viernes, 23 de septiembre de 2016

¿Quién soy yo?

Sebastian Aldana Melgar      /     Carnet:  1155816   /     Estilística

El partido que yo juego

Todo empezó el 16 de junio de 1997. El cronómetro estaba en cero. En el campo de la vida, estaban los 22 jugadores listos para disputar la final. El equipo local conformado por las características y fortalezas, el visitante por las debilidades y malos hábitos. El entrenador del equipo local, Sebastian Aldana Melgar, estudiante de Ciencias de la Comunicación, quien ya llevaba 19 años en el equipo, había motivado a sus jugadores para que disputaran cada pelota a muerte, que no se dieran por vencidos.

El equipo local sale con su once de gala: En la portería la perseverancia; los cuatro defensas habituales, la responsabilidad, el respeto, la simpatía y la alegría. En el medio campo, dos contenciones clavados en el centro del campo, las metas y los sueños; la confianza como mediocampista creativo y generador de juego, además como extremos por ambas bandas, la motivación y la gratitud. Como eje de ataque y el mejor goleador del torneo, apodado “Dios/amigos/familia”. El entrenador le tenía mucha confianza a este jugador, se identificaba con él cuando era joven. Un rompe redes, el jugador más importante de cualquier equipo, el capitán. El árbitro inicia el partido y el equipo local toca el balón hacia atrás, y empiezan a armar la jugada, varios pases consecutivos, toques de primera y transiciones tácticas rápidas.

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Un regate espectacular de “la motivación” para dejar en el camino al rival a “la pereza”, para mandar un centro al punto penal para “Dios/amigos/familia”, con un salto y un forcejeo en el aire, le gana la posición a “la tristeza” y manda un cabezazo, el cual ante la imposible atajada del arquero “el fracaso”, choca contra el poste izquierdo y cae directo a la red. Estalla el estadio de Wembley, toda la afición local se vuelve loca y celebran el tremendo gol, uno más a la cuenta de “Dios/amigos/familia”, quien reafirma su posición de máximo goleador del torneo.

Se reinicia el partido, muy trabado en el medio campo, cuando “la envidia” le hace una fuerte falta a “los sueños”; el árbitro se acerca y le saca la tarjeta amarilla mientras “los sueños” siguen tirados en el suelo, requiere la asistencia médica. Se resiente de la rodilla, todos temen lo peor, una de esas lesiones de ligamentos tan temidas por el largo periodo de recuperación. Los médicos informan que no puede continuar y ya calientan en la banca todos los jugadores. Sebastian no se decide si hacer un movimiento posición por posición o hacer un cambio a su planteamiento táctico de 4-2-3-1 que la había dado resultados hasta el momento. El árbitro finaliza la primera mitad del partido y Aldana tendrá el descanso para replantear a su equipo.

Finalmente, Aldana decidió que entrara el canterano del equipo, uno que siempre ha estado allí en caso de cualquier situación, “el discernimiento”. Entrará a jugar en la misma posición, como un mediocampista de contención, recuperador y destructor del juego rival. El equipo rival realiza un cambio, sale “la envidia”, previamente amonestado, y entra el su mejor jugador que no venía en la mejor forma y por eso no entró de titular, “el odio”. Inicia la segunda mitad de la final, el equipo rival se hace con el balón, quienes se aprovechan del pasto mojado y rápido para hacer recorrer el balón por todo el campo, mediante paredes y cambios de juego.

Una pared entre el odio y la pereza rompen la línea defensiva del equipo local, la responsabilidad y la alegría se quedan en el camino, y la pereza define con un toque sutil con su borde interno para dejar el balón pegado al poste dejan al arquero perseverancia sin nada que hacer. La poca afición visitante celebra a lo grande el empate. Aldana se toma la cabeza ante la situación en la que está su equipo, rápidamente manda a llamar a dos jugadores para darle la vuelta al partido, a falta de 2 minutos para que finalice el encuentro. Salen el defensa la simpatía y la gratitud para dar lugar a la valentía y al corazón. El sistema de Aldana cambia a 4-2-4 completamente ofensivo para buscar el gol de la victoria.

“Minuto 90+2, toma el balón la valentía, se quita a un jugador con un movimiento de cintura, supera al segundo en velocidad, toma valor y con una magnífica bicicleta, ¡Se lleva al tercero! Llega a línea de fondo, manda un centro atrás, ¡Remate del corazón! ¡Bloqueado por la traición! El balón queda en el aire, ¡Y va hacia “Dios/amigos/familia”! ¡Remata con una tijera espectacular y GOLAZO! ¡2-1! Ganan la final en el torneo del éxito”


Esa fue la narración del futuro periodista y comentarista deportivo, Sebastian Aldana, también figura en su palmarés, ex jugador campeón centroamericano, seleccionado nacional, poeta, escritor y aprendiz del idioma alemán. No es un joven cualquiera, es un joven que estudia y trabaja cada día para luchar por sus sueños. Él no es un amigo como esos que te abandonan en tu peor momento, él le da mucho valor a sus amistades porque tiene muy claro que así es como uno crece como persona. Sebas no es un hombre como todos los demás, porque él sabe que como hombre se nace, pero un caballero se hace.

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